Posteado por: Javier | julio 22, 2011

La libertad: ¿es un medio o un fin? (I)

Terminé la entrada anterior mencionando la degradación de EEUU, un proceso conjunto a su progresiva paganización. Verdaderamente, unos EEUU tan sombríos en el interior, con 14 billones de dólares de deuda y un gobierno federal al borde de la quiebra, y tan desnortados en el exterior no se han visto hasta ahora pero es un proceso de décadas atrás. El obamismo ha hecho de las suyas pero la libertad lleva años en decadencia en este país. Lógicamente, menos que en la ciénaga keynesiana y socialdemócrata europea, pues son menos años, pero la evolución es la misma.

El pasado martes, la Cámara de Representantes useña votó y aprobó un plan patrocinado por los republicanos, conocido como “Recortar, Limitar y Balancear” (CCB), el cual, lógicamente, a los memócratas no gusta porque recorta el gasto federal de inmediato, coloca un límite legal al gasto federal y requiere la aprobación de una enmienda del presupuesto balanceado a la Constitución que luego se enviará a los estados para su ratificación. Es un paso correcto aunque Barack HUSSEIN Bobama ahora esté pataleando y amenazando con vetar la propuesta. Vamos a ver cómo evolucionan las cosas, pero el 2 de agosto cada vez está más cerca. Algo es algo pero el verdadero problema de fondo es el Camino de servidumbre en que están inmersos los EEUU. Recientemente, el político conservador británico Daniel Hannan advirtió a los estadounidenses que no siguieran el modelo del Estado omnipresente ni el de la regulación que ha dejado a Europa con presupuestos insostenibles y con poblaciones enteras que dependen del sector público. En EEUU, el mismo ídolo que ya está levantado en Europa desde los años 60, el estado del bienestar, los programas de derechos a beneficios y el gasto público desenfrenado, lleva unos años también siendo levantado y adorado.

Algo debe quedar claro: EEUU y el Reino Unido, el mundo anglosajón, en general, han sido dos referentes liberales hasta ahora. Pero, de seguir su evolución actual, que no nos quepa la menor duda de es muy factible que algún día dejen de serlo y quién sabe si en un futuro no demasiado lejano. En el caso de EEUU, sobre todo, será algo trágico para la libertad, pero es la pura realidad. La cultura liberal anglosajona ha sido algo muy esplendoroso en los tres pasados siglos pero no hay que olvidar que lo ha sido por ser cristiana. Sin embargo, en EEUU, a la vez que el porcentaje de población cristiana desciende cada vez más, los líderes de esa nación han perdido el contacto con los fundamentos bíblicos sobre los cuales se basa la totalidad de su sistema.

¿Por qué es esto así? ¿Por qué es menos libre un país pagano?

Si no eres creyente, pensarás que esto no es así o que es pura casualidad. Pero para responder a esta pregunta es preciso tener claro desde qué presuposición partimos, puesto que estas son las que condicionan la visión que tengamos del mundo y de la vida, si ésta será bíblica o si será humanista. Yo desde aquí parto de la presuposición de que el Dios Todopoderoso existe, creador del universo, quien lo sustenta y dirige todo de acuerdo a Su fin predeterminado, pero la del lector puede ser la contraria: Dios no existe y todo es fruto del azar, de unos procesos desarrollados a través de una serie de casualidades. No existe neutralidad alguna en estas presuposiciones, pues todo el mundo o rechaza o acepta a Dios como presuposición de todo lo que percibe a través de sus sentidos, el «antiteismo» no existe.

La presuposición desde la que se parta no es algo trivial puesto que, a partir de aquí, resolveremos la cuestión de ¿qué es el hombre? ¿Es un fin en sí mismo o está dirigido a un fin? Y, ¿qué es su libertad? ¿Está enfocada al hombre en sí mismo o está destinada a algo? Los “liberales sin Dios”, libertarianos y ancapistas, y progresistas (fascistas y marxistas es un caso distinto, pues estos consideran que el hombre está para servir al Estado) entienden que el hombre es principio y fin, con lo que la libertad es un fin en sí mismo, de modo que no está dirigida a nada en concreto, con lo que “todo es lícito en la medida de que no sobrepase los límites del propio individuo” o, dicho de un modo más simplón, el “yo hago lo que quiero (sobre todo con mi cuerpo) mientras no dañe a nadie”.

Sin embargo, si la presuposición de todo es Dios, como entendieron los liberales clásicos y cristianos, desde el siglo XVII, desde John Locke, por ejemplo (incluso un ateo como David Hume en sus premisas partía desde una base cultural cristiana), hasta llegar a Thatcher o Reagan, la cosa cambia radicalmente. La Biblia nos dice que el hombre es un ser creado. Con Él simplemente no “sucedió” que el hombre evolucionó a partir de una forma inferior de vida. En Génesis encontramos a Dios diciendo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). ¿Qué significa para el hombre ser “hecho a la imagen y semejanza de Dios”? ¿Qué trascendencia tiene esto con respecto a la libertad espiritual, económica y política del hombre?

Si aceptamos que el hombre es un ser creado a la imagen y semejanza de Dios, entenderemos que este hecho es lo que le da la libertad y la auto-responsabilidad ante Dios. Y, como Dios es todopoderoso, Él es la fuente generadora de todo. Él fue el primer economista y el primer constructor de instituciones sociales y políticas, Él puede pensar racionalmente y atribuir valor a las cosas. Si el hombre ha sido creado por Dios, no es simplemente un “mono parlante”, como sostienen los evolucionistas ateos, que ha desarrollado su capacidad por evolución y mejoramiento de la especie, sino que su habilidad de asignar valor a las cosas y de escoger no es sino un reflejo de Dios. El hombre es responsable ante Dios porque porta la imagen de Dios.

El sistema económico que se elija en buena medida determina el nivel de libertad y, salvo por el hecho de que el hombre es creado a la misma imagen de Dios, el hombre no tendría libertad espiritual (como cuenta el Génesis, Adán tenía la libertad de pecar o de no pecar), ni habría ninguna ciencia llamada economía, ni nada conocido como la libertad política. Si el hombre no fuese creado a imagen y semejanza de Dios, no sería mucho más que un utensilio, un ser sin responsabilidad ante nadie. Toda faceta de la libertad y responsabilidad del hombre delante de Dios descansa sobre el hecho de que porta la sagrada imagen de Dios en su alma.

Si Dios es la presuposición del hombre, lógicamente, éste debe tener una relación con Dios y el resto de Su creación. En Génesis 1:28 se dice cuál es esta relación: “Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. La posición del hombre es la de un “mayordomo económico” responsable ante Dios por el dominio que le ha dado sobre Su creación. El hombre es un “administrador” de los bienes creados por Dios en este mundo y es responsable ante Dios de esta administración. ¿Empezamos ahora a entender por qué los liberales clásicos nunca han defendido el absolutismo sobre la propiedad privada? Y, muchísimo menos, que el hombre pueda erigirse en “propietario de sí mismo”.

Esa administración y ese dominio del hombre sobre las obras de la Creación va dirigida hacia un fin: el servicio de Dios. El hombre está llamado a intermediar entre Dios y el mundo en todo lo que piensa, dice y hace. Representa al mundo delante de Dios y tiene el deber de dedicar el mundo y todo lo que hay en él en servicio a Dios, el hombre ha de mantener al mundo bajo su dominio para la gloria de Dios, como se dice en Éxodo 19:6: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”.

Si nuestra presuposición es cristiana, como vemos, el hombre no es un fin en sí mismo, sino que el fin al que está dirigido es a servir a Dios. En Juan 8:34 y 36, Jesús dice: “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” y, “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. ¿Cómo se compagina el servicio a Dios con la libertad?

Muy sencillo, aunque el hombre fuera creado libre y auto-responsable, esta libertad consiste en la de alinearse con un poder mayor. Todo el mundo sirve a algún señor. El hombre siempre se alineará o con Dios o con Satanás, no hay ninguna otra opción (incluso cuando “intelectualmente” rechace tanto la existencia de Dios como la de Satanás). Adán decidió libremente alinearse con Satanás, convirtiendo al hombre en servidor del pecado y perdiendo la libertad espiritual que Dios le había dado en la creación. Desde la caída de Adán, los hombres pecaminosos han sido enfrentados con la decisión moral de a quién servirán, a Satanás o a Dios. Las libertades políticas y económicas del hombre no son sino productos de su libertad más básica, la libertad espiritual, es crucialmente importante que el hombre preserve su alianza con Dios. Por eso, entre los liberales de allá por el siglo XVIII, libertad era sinónimo de libertad religiosa o confesional, el hombre debía ser “libre para poder servir a Dios”. Incluso cuando su forma de pretender hacerlo fuera equivocada, el gobernante civil debía respetar esa forma de servir a Dios, por más que, privadamente, las iglesias o las familias pudieran amonestar a ese individuo, como puso de manifiesto John Locke en su “Carta a la tolerancia”. La Biblia es la Verdad revelado, pero siendo seres pecaminosos y totalmente extraviados, nuestra forma de interpretarla puede ser errónea, por eso, al no tener la certeza de que lo que nosotros extraigamos de la Biblia es la verdad tal y como reside en Dios, la solución debe ser la tolerancia desde el poder civil ante la forma en que cada uno manifieste cómo entiende la verdad.

Esto, más o menos, de momento podemos ir digiriéndolo hasta la segunda entrega. Es algo muy importante pues si no entendamos la verdadera razón para la libertad del hombre dada por Dios, probablemente no nos defenderemos de las invasiones a nuestra libertad por parte de las autoridades civiles, que es la fuente habitual de las restricciones a la libertad, y tampoco comprenderemos cuán falsas son supuestas “ampliaciones de derechos” o “de libertades” como las que nos llegan legislativamente hoy día.


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