Posteado por: Javier | septiembre 9, 2012

La «bomba poblacional»

Este tema que voy a tratar hoy es uno sobre los que siempre he sido muy escéptico: la supuesta «sobrepoblación» del planeta, la cual pudiera llevar en un futuro más o menos próximo a una terrible escasez de recursos (alimentos, materias primas, petróleo, etc.), acerca de la cual el ambientalismo ideológico lleva décadas alertando. Aproximadamente desde los años 60, y en algunos casos incluso mediante profecías casi apocalípticas. 

Ello a pesar de que el problema de la población mundial no es el espacio. Hace algún tiempo leí que la población total del mundo podría acumularse en un espacio equivalente al del estado norteamericano de Texas (aquí mismo en España, con una población de 47 millones de habitantes tenemos un modelo urbanístico de mucha gente muy apelotonada en bloques de pisos, mientras grandes parajes prácticamente están desiertos). 

Tampoco lo es el alimento. La población mundial es de 7.000 millones de habitantes y según el ya fallecido Dr. Norman E. Borlaug la tecnología actual podría permitir alimentar hasta a 10.000 millones de habitantes. La cuestión no era la capacidad sino si a los productores de alimentos se permitiría utilizar esa tecnología. 

Sin embargo, pese a que las siniestras «profecías» no se han cumplido, los agoreros de la superpoblación del globo siguen gozando de un indudable prestigio. 

Es el caso del entomólogo norteamericano Paul R. Ehrlich, autor del best seller «La bomba poblacional» (1968), quien recibió hace tres años un premio de nada menos que 100.000 € de parte de la Generalitat de Cataluña (no se sabe exactamente bien porqué, teniendo en cuenta que ni una de sus previsiones catastróficas se han cumplido). Ehrlich lleva desde hace cuarenta años escribiendo libros supuestamente científicos (en realidad, son como novelas baratas, y de usar y tirar, de terror o ciencia-ficción) anunciando la extinción de la mitad de las especies del planeta a manos del «Homo Sapiens», el colapso inminente de la civilización, varias grandes hambrunas a escala global, millones de muertes por inanición incluso en los países desarrollados, el agotamiento de minerales básicos para 1985, la reducción de la esperanza de vida en EEUU a partir de 1980 a causa de los pesticidas, la muerte de centenares de miles de habitantes de Nueva York y Los Ángeles a causa de la contaminación atmosférica de estas ciudades, que Inglaterra ya no existiría en el año 2000, etc. Este sujeto, dicho sea de paso, es un verdadero miserable y malnacido que propugnaba que los países desarrollados abandonasen a su suerte a los del tercer mundo. Gracias a Dios, nadie le hizo caso y hoy llega más ayuda que nunca desde el primer mundo a esos países. También es un fan de los métodos de control poblacional del régimen genocida comunista chino.

La India era un caso perdido para Ehrlich: «No he encontrado todavía a nadie, familiarizado con la situación, que crea que la India será autosuficiente en alimentos en 1971, o alguna vez». A finales de los 60, la población de la India era de 550 millones de habitantes y estaba regida por un tosco modelo de economía planificada lejanamente inspirado en el soviético. Pues, cuarenta años después, la India sobrepasó los mil millones de habitantes, liberalizó su economía, llegó la «revolución verde» en la agricultura y este país se convirtió en exportador de alimentos (algo de eso lo expliqué aquí). 

Ehrlich también defendía en esa época el control de población en EEUU, fuera por las buenas o por las malas: «Esperemos que pueda hacerse por un sistema de incentivos y penalizaciones, pero si el método voluntario falla, habrá que recurrir a la coerción». Ello en base a otra de sus peculiares teorías, según la cual antes del año 2000 unos 65 millones de norteamericanos iban a perecer por inanición, debido a que EEUU sólo podía sostener una población de 150 millones de personas. Por supuesto, hoy día, con más de 300 millones de habitantes, EEUU no solo sostiene a su población sino que exporta alimentos. Incluso su pirámide demográfica está mucho más equilibrada que la de Europa, donde están intentando como sea estimular la natalidad ante el envejecimiento de su población.

En 1972 el «Club de Roma«, un grupo de oene-jetas mundialistas y neo-malthusianos, emitió un informe, bajo el título «Los límites del crecimiento«, en el que alertaba de que el oro se agotaría en 1981, el mercurio y la plata en 1985, el estaño en 1987 y el petróleo, el cobre, el plomo y el gas natural en 1992. Antes, en 1970, el periodista británico Gordon Taylor había afirmado que, si nadie se lo impedía, los americanos consumirían todos los recursos del planeta allá por el año 2000. También de 1970 data la siguiente profecía del biólogo de Harvard George Wald: «La civilización tocará a su fin en quince o treinta años, a menos que actúe de inmediato para resolver los problemas que tiene planteados la Humanidad«; y este augurio del senador Gaylord Nelson: «[Para 1995,] entre el 75 y el 85% de las especies animales se habrán extinguido». En 1970, los «verdes» vaticinaban un enfriamiento del planeta (antropogénico, claro), el advenimiento de una nueva Edad de Hielo y la muerte por inanición de millones de americanos. Ahora, visto que la profecía no se ha cumplido, defienden el calentamiento global «antropogénico».

Otros activistas, como el inefable Al Gore, sostienen que la «crisis» de la población mundial se compone de cuatro elementos: un crecimiento de la población rápido e insostenible, la dilapidación de los recursos que conduce a un estándar de vida más bajo para todos en la actualidad y la necesidad de reducir las tasas de natalidad a través de una rigurosa y activa política pública. Todos ellos son herederos ideológicos de Thomas Malthus, quien argumentó en «Un Ensayo sobre el Principio de la Población» (1798) que las poblaciones humanas sin supervisión crecerían hasta ya no ser sustentables por la cantidad de tierra disponible para la agricultura, en cuyo momento muchos morirían por la hambruna que se produciría: «El poder de la población es definitivamente más grande que el poder de la tierra para producir lo necesario para la subsistencia del hombre. La población, cuando se deja sin supervisión, se incrementa en proporción geométrica. Los medios de subsistencia solo se incrementan en una proporción aritmética». Malthus estaba totalmente equivocado (y más tarde cambió de opinión): la producción global de alimentos ha aumentado más rápido que la población. Pero su teoría original todavía mantiene embobados a muchos partidarios del control poblacional y visionarios de la futura catástrofe planetaria que nunca termina de llegar.

Algo que siempre obvia esta gente son factores como la capacidad de adaptación, la inventiva, el ingenio y el progreso del ser humano. El crecimiento de la población no impacta de manera negativa en el crecimiento económico. De hecho, salvo excepciones, las naciones que más han crecido económicamente en los últimos años han sido las más pobladas. La renta per cápita mundial se multiplicó por 50 entre el año 1900 y el 2000, mientras que la población aumentó en seis veces con respecto a la de principios de siglo. El conocimiento humano provee continuamente un medio para producir más productos terminados a partir de menos materia prima. Gracias a la tecnología, por ejemplo, hoy hay solamente una 1/5 parte de la cantidad de aluminio en una lata de Coca Cola de la que se necesitaba hace 30 o 40 años. 

Los suministros de alimentos han aumentado, a la par que se han ido desarrollando nuevas técnicas para producirlos: en Europa, Norteamérica, Australia, varios países de Extremo Oriente, etc., el hambre es algo desconocido desde hace décadas y en otros cada vez es algo menos inusual. Hay muchos sitios en los que todavía existe hambre, pero su número es sustancialmente inferior al de hace 100 años, con una población global muy inferior a la actual.

Los recursos naturales se están haciendo más accesibles con el tiempo, no más escasos. La mente humana es el recurso más grande, y el desarrollo económico sustentable requiere más mentes humanas, no menos. El crecimiento de la población favorece la aparición de más de estas mentes así como la división del trabajo que reduce los costes de producción. La tecnología no ha parado de mejorar nuestras vidas en el último siglo y la mente humana no para de encontrar soluciones a los problemas. Paradójicamente, pese al aumento espectacular de población, las materias primas y la energía son menos escasos que hace décadas. Algunos, como los minerales, puede decirse que, en términos de necesidades del consumo humano, son infinitos. En 1980, el economista Julian Simon y Ehrlich hicieron una apuesta relacionada con los recursos naturales. Ehrlich, por supuesto, había estado prediciendo la escasez masiva en varios recursos naturales por décadas, mientras que Simon afirmaba que los recursos naturales eran inagotables. Ehrlich podía escoger cinco de los metales que quisiera. Si el precio de cada metal en 1990, ajustado a la inflación, era más alto (significando que el metal se había hecho más escaso), Ehrlich ganaría. De lo contrario, Simon ganaría. Ehrlich escogió el cobre, el cromo, el níquel, el estaño y el tungsteno. Para 1990 todos los cinco metales se hallaban por debajo de sus precios, ajustados a la inflación, de 1980. Ehrlich, como partidario del intervencionismo socialista, está condicionado por una visión estatista del mundo que deja de tomar en cuenta la naturaleza dinámica de la creatividad humana, así como por la creencia en la suma cero: los bienes y recursos no se expanden, hay los que hay y es necesario racionarlos. Una idea más propia de cuando la humanidad se dedicaba a la caza y la recolección que de los tiempos actuales. 

En 1984, en medio de las protestas del lobby que favorecía el control de la población mundial, la administración Reagan adoptó la línea de Simon: que la gente es creadora de recursos, no destructora de éstos, y que «el capitalismo es el mejor anticonceptivo». Gracias en parte a Julian Simon, EEUU dejó de financiar programas coercitivos de control poblacional alrededor del mundo, entre ellos la política de China de un hijo por pareja. 

¿Por qué se equivocan tanto los profetas de la futura escasez de recursos, energía y alimentos? Solo tienen en cuenta las «reservas conocidas» o «reservas comprobadas.» El problema es que estos tipos de reservas dan cuenta de solo una pequeña parte de las reservas reales en la corteza terrestre. Las reservas conocidas virtualmente y las reservas probables son enormes y están siendo traídas todo el tiempo a la categoría de lo probable o comprobable a medida que mejora la tecnología. En última instancia, el único recurso que es verdaderamente escaso es la mente humana, y las ideas maravillosas que esta desarrolla. Si la población crece rápidamente, precisamente es gracias a un progreso que permite sostenerla. No, como dicen los alarmistas, que la población vaya a crecer hasta un punto en que con los recursos y conocimientos que tengamos en ese momento sea imposible mantenerla.

Francamente, a mí estos activistas de la restricción de la población mediante la coerción gubernamental (incluso mediante un Gobierno Mundial si hace falta) me recuerdan a Nimrod y su deseo de construir la Torre de Babel. En lugar de cumplir el mandato de Dios de fructificar y ocupar toda la tierra, su ideal es poca gente y muy concentrada en un solo o en unos pocos puntos. Quizás porque de ese modo es mucho más fácil de controlar.


Respuestas

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