Posteado por: Javier | noviembre 25, 2012

El embrollo catalán: ¿Y ahora qué hacemos?

Aprovechando que este domingo ha tenido lugar la jornada electoral en Cataluña, he creído conveniente traer aquí un artículo publicado por Pedro Fresco en su bitácora «La República Heterodoxa», en concreto la tercera parte de una serie titulada «El embrollo catalán». Las dos primeras partes pueden leerlas aquí:

El embrollo catalán (I)

El embrollo catalán (II): Historia, agravios y complejos

De las elecciones, pues poco voy a decir, ya esto no es un noticiero. Después de las proclamas secesionistas de Artur Mas, CiU ha perdido 12 escaños. Nunca había llegado CiU a ese nivel de discurso y entre un soberanismo improvisado y de última hora y el de toda la vida, muchos se han quedado con ERC, la gran triunfadora de las elecciones. El PSC se ha visto arrastrado por la crisis del PSOE y el PP ha continuado en su línea, es decir, oscilando entre los 18-19 escaños y un 13% de voto. No es mala noticia, desde luego que la Sánchez Camacho se quede casi totalmente fuera de juego (salvo en alguna coalición bastante improbable, que quién sabe, no obstante) y no sé si servirá de aprendizaje de que sí, que el nacionalismo catalán es algo lamentable… pero difícilmente va a remitir cuando, en lugar de hacer pedagogía mostrando a los catalanes que en una España federal y que respete su identidad les irá mejor que con aventuras independentistas, te dedicas al insulto y a hablar de «españolizar» a los niños en las escuelas, como dijo el impresentable de Wert (como si acaso la lengua o la cultura catalanas no fueran españolas, en todo caso, a lo que se referiría este pésimo ministro es a «castellanizar» o «mesetarizar»), el que, a la vez que pretende ejercer de salvapatrias, está encantado con que nuestros mejores talentos se marchen al extranjero (y, si es a la Alemania de su jefa Merkel, mejor que mejor).

En cualquier caso, el embrollo, como dice el título de la entrada, está montado y ahora mismo en el debate sobre qué hacemos con el modelo de Estado en España no podemos quitar ojo de Cataluña. Y, aunque parezca mentira, la cuestión vasca no es tan urgente ahora mismo, pese a las últimas elecciones al Parlamento de Euskadi. Los nacionalismos no son monolíticos, es una ideología que casi cada uno de los que la profesan lo hacen a su manera. No es lo mismo el de CiU que el del PNV, ni el de Bildu es similar al de ERC. Artur Mas no es igual que Iñigo Urkullu. Mas es un neo-mesiánico, Urkullu un pragmático. Al menos en mi modesta opinión, el porcentaje real de independentismo efectivo (de querer llegar a las últimas consecuencias: la secesión total) hoy día es inferior en Euskadi que en Cataluña. El PNV ha ganado las elecciones en el País Vasco hablando más sobre la salida a la crisis que sobre el soberanismo, pues, gracias al concierto, la crisis no les ha golpeado tanto como al resto de España y no tienen necesidad de cortinas de humo ni de huidas hacia adelante, como Mas, con una Generalitat ahogada por las deudas y la falta de liquidez. El nacionalismo catalán es mucho más sentimental que el vasco (ya expliqué aquí cómo se basa en una ceguera histórica, en no querer ver que un suceso del siglo XVIII fue como fue, y no como se imaginan). El PNV está muy unido a la clase empresarial vasca, que es lógico que recele de unos tipos como los de Bildu, cuyo modelo es Cuba. Quizás no quieran la independencia, no por motivos de «sentimiento españolista», sino de simple interés económico, pero a mí eso no es lo que me interesa. Una nación perfectamente puede estar unida por motivos de utilitarismo y no es menos legítimo que si lo está por sentimentalismos o emocionalismos. Salvo el amago que hizo el Ibarretxe (que al final fue un bluff), el PNV siempre se ha movido más en el avance del autonomismo y en mantener el régimen fiscal que tan alto nivel económico les ha dado que en el soberanismo.

En definitiva, podemos estar ante una buena oportunidad para un debate serio sobre el modelo territorial de España y sobre las deficiencias que se puedan corregir. Por eso, esencialmente, me ha parecido de interés publicar este artículo. Lógicamente, siempre hay pequeñas diferencias de opinión, pero, en general, estoy bastante de acuerdo con una serie de medidas que se apuntan, fundamentalmente, la de convertir a las CCAA en recaudadoras de los impuestos con los que financian parte de sus servicios. Como es lógico, no estoy en contra de las entidades administrativas inferiores, pues creo que cuanto menos esté centralizado un Estado y más cerca la Administración de los ciudadanos mejor, siempre que se trate de servicios que puedan prestarlos mejor que el Estado central. El problema en España es que no se ha hecho nada bien, quizás se debió haber constituido un estado federal de verdad, con todas las competencias de las autonomías muy bien definidas, en lugar de dejar un “bucle” abierto y que cada una fuera asumiéndolas, pues eso ha generado duplicidad (con el Estado y las autonomías pisándose no pocas veces entre ellos, duplicando el gasto), unida al populismo de algunos dirigentes autonómicos (no solo nacionalistas, también sociatas y peperos) pues cuantas más competencias se iban asumiendo a lo largo de los años, más dinero de la caja única, ello independientemente de que la CCAA lo preste mejor o peor. Pero el caso es que la percepción que tiene la gente es que las autonomías funcionan mejor que el gobierno central, ya que éste es el que recauda pero todos los servicios de quienes los reciben es de ellas. La salida: descentralizar de una vez la recaudación y que así las autonomías fueran económicamente responsables ante sus ciudadanos.

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El embrollo catalán (y III): ¿Y ahora qué hacemos?

Por Pedro Fresco. LA REPÚBLICA HETERODOXA

En la mente del buen gobernante debería estar el aprovechar las circunstancias propicias para hacer cambios importantes que, por profundos, la sociedad no aceptaría en otro momento. El problema catalán puede convertirse en una oportunidad para catalizar por fin una reforma del sistema territorial español, que tiene grandes carencias como se ha demostrado en esta crisis.

Pero antes de todo hay que dejar las cosas claras. Si estamos pensando en un cambio de sistema territorial no se debe a la aceptación de la petición de una parte sobre un sistema que funciona bien simplemente porque queramos evitar problemas, si nos estamos planteando la reforma de tipo de estado es porque hemos llegado al convencimiento de que el actual modelo tiene deficiencias. Si el sistema autonómico fuese un sistema que funcionase muy bien no sería planteable cambiar el sistema, sino que cualquier reivindicación debería ser tratada dentro del mismo. Pero lamentablemente no estamos en esa situación.

¿Qué falla en las comunidades autónomas? Pues este es un estudio que deben hacer los profesionales de la administración pues los problemas deben ser mucho mayores de los que conocemos.

Sabemos, por ejemplo, que tenemos a la mayoría de comunidades autónomas arruinadas junto con las cajas que controlaban (ellas y las diputaciones), cajas que pusieron al servicio de sus intereses de partido y que permitieron que se convirtiesen en bancos comerciales especuladores para así extender la burbuja inmobiliaria y crediticia en sus respectivas regiones. La mayoría de comunidades ya no pueden pedir crédito a esas mismas cajas, tampoco se los conceden los bancos y por eso se ven abocadas a pedir el auxilio del gobierno central.

Existe una cuestión estructural por las que las comunidades autónomas han sido poco responsables con el gasto. Las comunidades han actuado como vehículo de gasto pero no de recaudación, y a los ojos de la población siempre aparecían como administraciones benevolentes que gastaban en dinero en su tierra. En el imaginario colectivo nunca eran castigadas por las subidas de impuestos o los problemas económicos pero sí valoradas por la construcción de hospitales, colegios, centros de salud e infraestructuras varias (fuesen razonables o no). Se han dado muchos casos incluso se apropiaban de los éxitos pagados con dinero del gobierno central. Claro, eso daba un sentimiento de irresponsabilidad en el ejercicio público que les llevaba a gastar todo lo que recibían y a estar además permanentemente quejándose.

Tan solo en los últimos dos años, cuando se les ha obligado a cumplir objetivos de déficit muy estrictos, han empezado a subir impuestos autonómicos (antes solo se dedicaban a bajarlos y a colgarse la medalla) y han comenzado a ser percibidos como administradores igual de responsables de las desdichas de la población.

En cualquier caso no me gusta tampoco este acoso y derribo a las CC.AA que se hace desde partidos como UPyD, pues es demagógico. Las CC.AA han cometido muchos excesos, pero también es cierto que tienen que sostener partidas como la educación y la sanidad, que son muy costosas. Yo vivo en la comunidad despilfarradora por excelencia y eso me podría inducir a pensar que todas son un desastre, pero debemos ser serios y moderados en el análisis porque recordemos que el resto de administraciones también están muy endeudadas no sólo las CC.AA. Las comunidades no sólo han despilfarrado, también tienen responsabilidades cruciales.

Por otro lado parece que el sistema autonómico tiene parcelas que no están razonablemente estructuradas. Hay expertos que dicen que para que un sistema de salud autonómico sea eficiente debe atender, por lo menos, a 2 ó 3 millones de personas. Hay comunidades en España por debajo de esa cifra en la que es de suponer que se está gastando demasiado en sanidad para el servicio que ofrecen.

Tampoco parece razonable que las comunidades autónomas tengan competencias como la extinción de incendios o la política hídrica, por poner algunos ejemplos. Hay cosas que es perfectamente lógico descentralizar para que lleguen mejor a la población, pero hay otras que debe manejarlas una administración mayor. Las CC.AA se han comportado muchas veces, por pura imitación de Cataluña o el País Vasco, como administraciones caprichosas que querían competencias simplemente por tenerlas. No tener alguna competencia parecía como una humillación y todos querían competencias que no sabían ni como utilizar. Excepto en las últimas descentralizaciones sanitarias a finales de los 90 (cuando muchas CC.AA no quisieron la transferencia por ser muy cara para sus arcas), creo que en el resto de ocasiones se han comportado como niños caprichosos sin atender a razones de eficiencia.

Otro punto a tratar es la diferencia de competencias que tienen las CC.AA. La educación y la sanidad son comunes a todas, pero unas tienen policías y otras no, unas tienen transferidos los ferrocarriles y los puertos y otras no, y así podemos poner muchos casos. En estas diferencias habrán algunas lógicas y otras no (obviamente política lingüística solo puede tener quien tiene lengua propia), pero la cuestión es que no se está repartiendo por conveniencia sino por exigencias de parte. Cataluña y País Vasco tienen más competencias que las demás porque demandan continuamente tener más competencias.

Bien, ¿qué hacemos? El PSOE, aprovechando que el río de la independencia catalana pasaba por ahí, ha pensado que hay que plantear un sistema federal. Claro, eso está muy bien pero ¿por qué ahora y no cuando gobernaban? ¿Por qué esto ayudaría a solventar el problema catalán? Yo tengo la sensación de que el PSOE no sabe lo que plantea cuando plantea un estado federal.

Estados federales hay muchos y no se parecen entre ellos en nada. Para ser federal simplemente tienes que tener una subestructura territorial en todo el estado con competencias delimitadas y llamarte federal. Fuera de ahí no hace falta nada más, porque nada dice qué competencias tiene que tener una subdivisión para ser federal.

De hecho la comunidad vasca tiene bastante más competencias que la mayoría de estados federados de Europa pero ¡Ah! No es un estado federado de una federación sencillamente porque la constitución española no dice que el estado español es federal. Cataluña también tiene más competencias que la mayoría de estados federados de Europa, aunque le falla el tener poder de gestión fiscal.

¿Qué tipo de estado federal quiere el PSOE? Porque si reformas la constitución y dices que el estado es federal sin cambiar nada más España se convierte automáticamente en un estado federal. ¿Es ese el federalismo que quiere el PSOE? Francamente no lo sabemos porque el PSOE no dice nada, bien porque no sabe ni lo que quiere bien porque no está más que intentando engañar a la población con un eslogan vacío.

Otros partidos, como UPyD, también son federales. Es curioso ¿por qué UPyD es federal cuando parece lo más anti-nacionalista del mundo? Pues precisamente porque los estados federales suelen tener una delimitación de competencias muy claras entre el estado central y los estados federados, y estas suelen ser iguales para todos. Por supuesto si preguntas a IU qué tipo de federalismo quiere te dirá algo absolutamente distinto a lo de UPyD, te hablará de federaciones “de libre asociación” y cosas parecidas.

Necesitamos un verdadero análisis de todo nuestro sistema autonómico realizado por profesionales de la administración pública, necesitamos unos estudios serios de cómo funcionan los sistemas federales de nuestro entorno (Alemania, Suiza, Bélgica e incluso EE.UU) y en base a todo ello sacar conclusiones claras sobre qué es mejorable y qué es imitable de sistemas federales extranjeros.

Tenemos un ingente trabajo de estudio por hacer que evidentemente supera mi capacidad, sin embargo hay algunas cosas que en base a lo que he observado creo que se deberían cambiar de nuestro actual sistema. Son estas:

– Hay que acabar de una vez con la estructura provincial de España. La estructura de España es la de la CC.AA, y así debe contemplarse desde el estado central sin perjuicio de que haya otras subdivisiones administrativas menores por encima de los municipios. Esto también aplicaría a las circunscripciones electorales, que deberían ser las CC.AA en lugar de las provincias. Las diputaciones provinciales deben desaparecer y sus competencias pasar a las autonomías.

– El actual senado no tiene ningún sentido. Podría desaparecer y que quedase España como un sistema unicameral, o bien se podría convertir en una cámara con competencias exclusivas donde se tratasen aquellas leyes que afectarían a las CC.AA. Los senadores deberían ser enviados por las CC.AA o ser elegidos en elecciones autonómicas. Ambas opciones son compatibles con un estado federal y habría que estudiar la experiencia internacional para ver cual se adapta mejor a nuestro país.

– Si se observa la imposibilidad de que alguna comunidad autónoma pueda dar servicios esenciales a costes razonables (sanidad) por su tamaño deberían crearse confederaciones entre comunidades para gestionar estas materias. Por ejemplo si se llegase a la conclusión de que para Asturias mantener el sistema de salud es un sobrecoste excesivo por su baja población se podría crear una confederación sanitaria entre Galicia y Asturias o Castilla y León y Asturias.

– Debemos estudiar seriamente la posibilidad de que sean las CC.AA las que recauden los impuestos o por lo menos parte de los impuestos (podrían ser diferentes administraciones las que recaudasen diferentes impuestos) mediante haciendas propias. Luego la recaudación se repartiría entre el gobierno central y las comunidades en función de las competencias de cada uno y, finalmente, debería existir un ajuste para que las comunidades más ricas transfiriesen parte de su renta a las más pobres.

Este último punto es la clave de todo el asunto y lo que debemos estudiar muy bien. En Alemania, por ejemplo, son los länder los que recaudan los impuestos sin embargo generalmente la regulación de los mismos (las leyes que los regulan) las hace el gobierno federal.

¿Quiere decir que los Lander son como simples cobradores? No, porque a pesar de que las leyes fiscales las hace el gobierno central éstas tienen que pasar por el senado alemán, donde están representados los länder, y allí pueden pedir enmiendas y rechazar la reforma de la ley fiscal por mayoría.

Yo creo que este sistema es importable a España, aunque con ajustes. Veo dos ventajas fundamentales para que esta realidad de haciendas propias de las comunidades se importe. La primera es que las CC.AA tendrían más responsabilidad a los ojos de los ciudadanos en materia fiscal. Este sistema de irresponsabilidad con el dinero recaudado por otra administración se debe acabar. Porque no sería solo recaudar robóticamente, las CC.AA tendrían que tomar partido en el senado y tendrían responsabilidad fiscal. Por otro lado creo que esto acabaría parcialmente con la excepcionalidad de las haciendas forales de las provincias vascas, algo que genera la asimetría más extrema de nuestro sistema autonómico y que no es más que una herencia del antiguo régimen.

Que recaudasen las comunidades no implica que cada una se hiciese cargo de su dinero, ojo. Estarían obligadas a pasar cierto porcentaje de lo recaudado al estado central y luego, en función de cómo quedase la recaudación sobrante de cada comunidad en función de su población, debería transferirse parte de este exceso desde quienes tengan mejores ratios a quienes tengan peores.

¿Qué tiene que ver todo esto con lo que reclama Cataluña? ¿Es esto lo que Mas llamó “pacto fiscal”?

No, realmente lo que Mas llamó pacto fiscal sí tenía parte de esta realidad (una hacienda catalana) pero estaba basado en algo menos normativo y más económico. El objetivo final de Mas era que la hacienda catalana recaudase todos los impuestos y que luego pagase al estado central en función de unos pactos renovables en los que pretendía quedarse con los ”excedentes recaudatorios” respecto a la media del país. Es decir, lo que pretendía Mas es que recaudando Cataluña pudiese quedarse así con la mayoría del beneficio recaudatorio que produce tener un PIB por encima de la media (que produce que recaudes más por IRPF, por IVA, etc.), y tener un sistema renovable para poder chantajear permanentemente con su poder político cuando lo tenga, y con sus amenazas de desafección cuando no lo tenga.

La idea aquí es que si bien las recaudaciones las vayan a hacer las CC.AA, este dinero quede claramente especificado para qué administración va. Y luego, con las diferencias de recaudación por comunidad autónoma, se establecería un sistema claro de qué cantidad se queda la propia comunidad y qué cantidad transfiere a un fondo común para la distribución de la renta. Es decir, se crearía una especie de “impuesto de cohesión” que favoreciese la dispersión de renta entre los territorios más ricos y desarrollados y los menos, renta que se usaría para infraestructuras y políticas de desarrollo.

¿Este impuesto sería inmutable? No, pero la diferencia fundamental entre lo que quieren los nacionalistas y este sistema es que si se decidiese, por ejemplo, reducir este impuesto de cohesión esta decisión no se tomaría de forma bilateral entre estado central y comunidad, sino sería de forma multilateral en un senado donde todas las comunidades estuviesen representadas y tuviesen voz y voto. Igual que he hablado de disminuir se podría hablar de aumentarlo.

Muchos lectores pensarán que esta solución federal a la alemana no sería aceptada jamás por Cataluña ni por el País Vasco. Es posible, pero lo que no podemos hacer es caer en el inmovilismo de no querer cambiar nada porque hay una administración del país que está revoltosa. Esta reforma que he propuesto (parte de la que se podría hacer) está pensada para el interés de la nación en su conjunto no para contentar las exigencias catalanas. Ya dentro de este debate los catalanes podrán proponer lo que quieran, podrán hablar de porcentajes de recaudación que tienen que ir a cada administración, podrán proponer que todos los impuestos los recauden las haciendas autonómicas o podrán proponer muchas cosas más, como también entrar en el grado de asimetría que podría tener nuestro federalismo.

Pero hay límites que no podemos traspasar: No se puede tolerar que unas comunidades exijan tener cosas y nieguen a las demás tenerlas, no se puede permitir las pretensiones de tener un estado libre asociado para tener una independencia de facto sin consecuencias, no se puede aceptar el chantaje al que continuamente juegan los nacionalistas y, fundamentalmente, jamás podemos permitir que los conceptos de transferencia de renta entre quienes más tienen y menos tienen se quieran eliminar.

Fuera de esas líneas rojas todo se puede hablar y dialogar, y si los más razonables de los soberanistas quieren entrar en un proceso de reestructuración del país deben ser bienvenidos sin entrar a responder con bravuconadas absurdas ni tonterías provocadoras como las del ministro Wert.

Yo siempre pienso en clave española y cuando propongo este tipo de reformas las hago para el interés de España. Pero tengamos claro que el hecho de tener una Cataluña satisfecha en la estructura del estado es algo que también redunda en interés de España, y cuando digo España hablo de Cataluña también.

Los nacionalistas se han demostrado insaciables en sus peticiones. Como dijo Rubalcaba hace unas semanas habría que preguntarle al señor más si quiere hacer cambios “para sentirse a gusto o para avanzar hacia el divorcio” y que, si era lo segundo, no había nada de qué hablar. Por primera vez desde hace tiempo estoy de acuerdo con Rubalcaba, si se quiere cambiar para mejorar y estar todos a gusto perfecto pero sino no hay mucho que rascar. Y lamentablemente pienso que a los nacionalistas, mayoritariamente, no les interesa estar a gusto sino que están en su proyecto de obtener ventajas económicas y llegar a esa independencia de facto por la puerta de atrás. En ese juego no debemos entrar.

Sin embargo sería un error entender el nacionalismo o el soberanismo como un bloque monolítico. El nacionalismo es una cosa pero los nacionalistas son personas, personas que muchas veces miran exclusivamente por sus intereses pero que otras muchas defienden lo que honestamente consideran adecuado. Y las personas cambian de opinión, cambian de parecer y modulan sus aspiraciones y puntos de vista en función de las circunstancias.

Un proceso de reforma estructural de España en varios frentes sería un proyecto político ambicioso y esperanzador. Nuestro sistema político salido de la transición está muerto y es la obligación de esta generación cambiarlo por otro más funcional, democrático y que resuelva los problemas detectados en la etapa anterior.

Cuando hay un importante impulso reformista que quiere mejorar las cosas es mucho más fácil oponerte a aventuras absurdas como las que propone el señor Mas y mucha gente en Cataluña o en el País Vasco. Y de hecho esta propia energía reformista llevaría a que muchos que defienden estos nacionalismos populistas se planteasen si están en el terreno correcto.

El nacionalismo no se desarticula con inmovilismo ni con insultos, eso solo retroalimenta el fuego del populismo y las vísceras. El nacionalismo se desarticula cuando tienes en mente un proyecto mejor, cuando te muestras firme en tus convicciones y cuando demuestras lo que hay verdaderamente detrás del adversario.

Hay que reformar España, con los nacionalistas o sin los nacionalistas. Asumamos la iniciativa sin miedo y ya veréis como los movimientos que se han generado sobre el nuestra decadencia se debitan y fragmentan.


Respuestas

  1. Hola Javier,

    Muchas gracias por compartir.
    Hoy he escrito el análisis de las elecciones desde mi punto de vista, por si le interesa:

    http://larepublicaheterodoxa.blogspot.com.es/2012/11/analisis-de-las-elecciones-catalanas.html

    Saludos,


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